Buscando una estrella

Buscando una estrella

Por D. Francisco Martín de la Hoz


Estrella, lucero…
lucero y estrella
que brillas primero
en la noche bella
mientras me desvela
la noche serena.
Y en la noche serena
habla Baltasar,
y escucha Melchor
con ojos de pena,
y pregunta Gaspar
mirando a la arena…
¿Dónde está la estrella?
¿A dónde fue el lucero?
Seguimos su huella
tras largo camino,
y quiero, sincero,
descubrir el destino
que juntos seguimos
al salir de Arabia,
nuestra tierra sabia.
Se agobia Gaspar,
se apena Melchor
y arranca a llorar
el pobre Baltasar
¿Quién nos guiará
entre tanta arena?
¿Quién aliviará
el llanto y la pena?
¿Quién eres tú, mujer
de bello semblante,
de ojos brillantes
cual atardecer?
¿Serás tan dichosa
gentil y hermosa
de seguir nuestros pasos,
que siguen acaso
la luz de la estrella
que se esconde
en el alma bella?
Y de modo sincero,
le contesta ella
con voz de lucero:
no siguen mis pasos
el camino vuestro,
que con paso diestro
los seguís acaso…
Mas, esperad un instante
pues sabio marido,
discreto y prudente,
el camino seguido
lo llevó hasta vosotros,
volved pues el rostro
y prestadle oído.
Soy humilde pastor
y ella mi mujer
y es gran honor
poderos atender
Juntos hijos tenemos
y dichosos los criamos…
Gaspar le decía:
decidnos si acaso
visteis la estrella
antes del ocaso,
pues seguimos a ella.
Los únicos luceros,
las estrellas brillantes,
son estos polluelos
que tenéis delante…
Y ya se recorta,
en el horizonte
esta ilustre cabalgata
que rodea el monte
Y así les contempla la luna…
así el sol les sorprendía,
cabalgando, noche y día
llegaron hasta la cuna…
Y ya Melchor sonreía
y al pastor le refería
«yo escuché en el cielo
un susurro de estrellas
y fue siempre mi anhelo
irme a vivir con ellas…
Mas, al fin, descubrimos
de nuevo al lucero,
que brilla primero
donde antes no lo vimos.
Y al contemplar la escena
que, sobre la arena
resulta sin igual,
divino, de oro, es el chaval
Y, en vez de uno
eran dos
pues eran sus ojos
la estrella de Dios.
Todos nos arrodillamos
y al Niño contemplamos,
la voz de María
vuelta poesía,
rompiendo la noche
colocó su broche.
Mi nombre es María
mi esposo José
y este Niño dulce
con ojos de miel
se llama Enmanuel.
Gracias majestades
por vuestras bondades,
mirra, incienso y oro
no causan desdoro…
mas os pido regalos
para estos zagales…
Y quiero que los niños
siempre sean buenos
y nunca sean malos
y recibirán regalos
de estos Reyes Magos.
Y en la noche
del cinco de enero
¡brillará este lucero!
y recibirán presentes
de los magos de Oriente
Abrid pues el balcón
y también el corazón,
y a mi Hijo recibiréis
y ya nunca le dejaréis
pues comprenderéis
¡no hay mayor tesoro
que este Niño Dios!
pues vale su amor
más que todo el oro…