Ansias de sed

Ansias de sed

Por Javier Mazo Brime (2º ESO)

Abro levemente los ojos. Estoy medio dormido. Me acabo de despertar de una operación de cadera. Lo único que puedo ver es un techo blanco, con una luz alumbrándome la cara. Tengo sed. Me intento mover para coger un vaso de agua, que entra en mi campo de visión. Pero no logro resultado alguno. Lo poco que me puedo mover es para colocarme un bacín debajo de la cama. Lo intento una segunda vez, pero el resultado es el mismo.

Decido inventar un método para coger el vaso sin moverme mucho, pero todo sigue siendo como siempre. No lo consigo. A continuación veo pasar a una enfermera. Empiezo a gritar su nombre, el cuál consigo leer porque lo lleva en su bolsillo lateral izquierdo de la chaqueta, pero va con unos cascos así que, como siempre, todo en vano. Solo me queda una opción, esperar.

Soy una persona que no tiene nada de paciencia. Mi familia siempre me dijo que la paciencia es la madre de la ciencia, pero yo nunca conseguí tenerla. Ahora que ya he crecido la he conseguido mejorar un poco. A los dos minutos, aunque a mí me pareció una eternidad, llegó la enfermera a la cuál le pedí el vaso de agua que estuve intentando coger.

 Todos los que leáis esta historia o todos los que la estéis leyendo o escuchando os estaréis preguntando por qué os cuento esto. Os lo cuento porque no os vais a morir de sed o de ganas de ir al baño. Todo tiene su tiempo y ese tiempo seguro que llegará.

12 de Septiembre de 2019